

No,
no soy poeta.
Nunca he querido serlo
(qué vergüenza)
Mi problema siempre ha sido
más bien el contrario;
haber nacido
más poeta
de lo que uno quisiera
He recorrido un largo viaje para contaros esto: esta mañana he escuchado un chasquido bajo mis pies y he caído al vacío. Me he desprendido desde las ramas más altas de una higuera, serrucho en mano. Ya de camino al suelo he pensado que había expresiones de uso común que describían justo lo que me estaba pasando y luego, en reunión con la tierra, he recordado lo que dijo Calasso que Dioniso hacía con las ramas de higuera. No se me ha ocurrido pensar que quizás no era éste el proceso mental más adecuado, hasta que he escuchado los gritos de mi compañero, alarmado por mi ausencia de movimiento. Viva la literatura y lo que ha hecho de mi cabeza.
(de un incidente ocurrido en febrero de 2015)
Dios no existe
tal es su grandeza
Donde hay Dios
no caben más
que dos
y yo
no soy
Dios
pero alguna vez
he despertado divino
Yo no soy
Dios
pero me gusta jugar con la idea
Dios lo es todo
y nada
puede hacerse
La luz es de lo único que hablamos–
que se haga la luz, había luz entonces,una buena luz– pero lo que yo considero
el amanecer es mucho más oscuro.Pasan tantas horas entre el día
en retirada y lo que reconocemoscomo mañana; el sol creciendo
como una ola que no termina de rompersobre nosotros, como si la luz fuese a protegernos,
como si no se flagelaran corazones,ni se destruyeran cuerpos en días
como este. En cualquier película,el amanecer anuncia que todo
va a ir bien. Que el peligro ya noosará dejarse ver, desluciendo
la pantalla con su sombra.Por favor, hablamos tanto de la luz…
Déjadme hablar en nombre dela oscuridad bondadosa. Déjadnos
hablar más sobre lo oscuroque es el comienzo de un día.
Cuán oscuro el comienzo, de Maggie Smith
Un par de chavales agarran un conejo para cortarle las orejas. No importa la razón, si están tristes o son de ciudad. Lo que importa es lo que hacen con sus manos: sostener la cuchilla, sujetar el conejo de las orejas. Pero el conejo dice, «Conocí a un sacerdote ambulante en Mississippi, frente a una macrolibrería. ¿Queréis saber lo que dijo?» Y como los chavales se paran a pensarlo, él continúa: «Se nos hizo de noche hablando de todo y nada: de su exmujer gay aficionada a la brujería, de masturbación con el tubo de la aspiradora, de su fijación con el vello en las piernas de los chavales… ¡Como vosotros!» Les entra la risa y sueltan alaridos, posan al conejo en el suelo, y escuchan. «El sacerdote, de rosario y alzacuellos, habló, pero con su cara transmutada: le salieron pecas donde antes no había peca alguna; le salió barba donde antes sólo había barbilla; y sus ojos se volvieron más antiguos que todos los lagos de Mississippi». ¿Qué dijo? ¿Qué dijo? Exigen los chavales, ansiosos de aprender, más que nada. El conejo continúa, «Las caras hablaron, no el sacerdote, mediante voces directas a mi cerebro. Me inculcaron lecciones. La primera, que toda alma no es más que un hilo, parte de un paño que flota a través del negro absoluto, efervescente como la nieve al hundirse en un lago. Así que vosotros, y yo, y todos aquellos a quien conocemos no somos más que iteraciones de esas almas, de esos paños; algunos recién tejidos, otros más viejos». Los chavales: ¿Qué más dijeron las caras? El conejo: «Dijeron que tanto ellas como yo venimos del mismo paño, del tipo que muere y vuelve a nacer». ¿Y qué hay de nosotros? ¿Qué hay de nosotros? Exigen los chavales, y el conejo da un salto y huye corriendo porque los chavales tienen un cuchillo y son incapaces de reconocer una parábola o mi cara, por muy humana que sea.
Dedos sobre un varón homosexual, de Zach Linge
Me temo de mí
Se necesitaba esta noche plena y liviana, abismo sin vértigo, para aceptar ser sólo una migaja indiferente. Se necesitaba este frío, esta infinitud, esta irreductibilidad para aceptar ser sólo calor, pequeñez, singularidad. Se necesitaba la idea, la única idea llegada al mismo tiempo que la vida, de este viaje que no se detiene, para aceptar ser sólo un sobresalto.
El éxtasis material, de Jean-Marie Gustave Le Clézio
Todo queda en el pasado
Imagina qué desastre
Malgastar tu vida es
el único lujo
que alguien como tú
puede permitirse
Disfrútalo
Amo la poesía
porque me gusta la gente
que habla claro
Tengo suficiente con lo superficial – de hecho, es lo único que me parece relevante de verdad. Cosas como, por ejemplo, la presión en tu mano de la mano de un niño, el sabor de una manzana, el abrazo de un amigo o de una amante, el interior sedoso del muslo de una chica, la luz del sol sobre roca y hojas, la sensación de la música, la corteza de un árbol, la aspereza del granito y de la arena, el agua fresca cayendo en una alberca y la cara del viento – ¿Qué más hay? ¿Qué más podríamos necesitar?
de «Desert Solitaire» de Edward Abbey
La belleza
es una forma de medir el tiempo,
y lo raro
velamen al que se puede soplar.
Los pájaros en mis cielos aseguran
que quieren ser libres,
y la pareja de amantes en la entrada
ocurre todo el tiempo:Las personas atraviesan puertas
extracto de un poema de C. X. Hua
en la oscuridad de los demás.
No pretendo ir por la vida toda de rosa
de perfecta pureza. Ya sabía de la desnudez,
sabía del traqueteo de una pierna en la cama.
Le alquilaste una habitación a un viejo
y su novia que cocinaban siempre
panceta por la mañana. La peste
a grasa, los bigotes del viejo
en mi hombro, él diciendo: «Te he visto»,
y yo que podía oler la carne de él,
espiando por un agujero en la pared del armario.
Un precioso numerito de circo, contaba.
Dejaste la puerta del armario abierta y él
dejó de pedirte alquiler. Me pides
que me gire y que pose, que me desabroche la pierna.
Yo quise decirte que lo estaba haciendo
por mí. ¿Crees que me importa
este cuerpo? Mira lo que hago con él.— «Un precioso numerito de circo» de Jillian Weise