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OIL & STEEL

Mi padre vivía en un mausoleo de platos sucios
mirando un televisor portátil en blanco y negro
y leyendo la enciclopedia Britannica
que anteponía a la ficción moderna.
Sus Schnauzer murieron, uno tras otro
afectados por un mal hepático;
todos menos el que custodió su cadáver
que encontraron sosteniendo un vaso de Bushmills.
«Lo muerto, muerto está», diría él, el anti-predicador.
Me llevé una camisa a cuadros de su armario
y algo de aceite de motor: mi herencia.
Una vez lo vi llorando en un juzgado;
desaliñado, falto de cuidados; ese hombre que nunca
me mostró mucho afecto, pero que me dio una cierta maña
para con la soledad que me ha resultado más bien útil.

Aceite y acero, de Henri Cole

FIG

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He recorrido un largo viaje para contaros esto: esta mañana he escuchado un chasquido bajo mis pies y he caído al vacío. Me he desprendido desde las ramas más altas de una higuera, serrucho en mano. Ya de camino al suelo he pensado que había expresiones de uso común que describían justo lo que me estaba pasando y luego, en reunión con la tierra, he recordado lo que dijo Calasso que Dioniso hacía con las ramas de higuera. No se me ha ocurrido pensar que quizás no era éste el proceso mental más adecuado, hasta que he escuchado los gritos de mi compañero, alarmado por mi ausencia de movimiento. Viva la literatura y lo que ha hecho de mi cabeza.

(de un incidente ocurrido en febrero de 2015)